El vino está íntimamente relacionado con la cultura e historia la humanidad, prácticamente desde la edad de piedra. Descubrimientos arqueológicos muestran que la bebida obtenida del fruto de la vid formaba parte fundamental de tradiciones de antiguas culturas. Era utilizado para la realización de celebraciones y rituales, que le daban a este rojo elixir propiedades mágicas y curativas.
La aristocracia y los sacerdotes en la antigüedad se reservaban los secretos de la elaboración del vino, otorgando un aire de misticismo a su preparación y consumo, cuestión que lo acompañó durante muchos siglos, incluso en nuestros tiempos perduran algunos mitos que no tienen nada que ver con la realidad, sobre todo aquellos relacionados con su elaboración y disfrute.
El vino mientras más viejo mejor
Este es un mito que surgió a finales del siglo XIX, cuando se masificó la producción de las botellas de vino y esto permitía almacenarlo de forma segura y por más tiempo. Antes de este momento, los vinos estaban demasiado tiempo expuestos al oxígeno, lo que afectaba su sabor, frescura y había que consumirlo con prontitud.
Las clases altas y la aristocracia empezaron a reservar en sus bodegas particulares vinos de las mejores cosechas, pensando que con el pasar del tiempo su sabor y aroma adquiriría nuevas dimensiones. Pero, en realidad un vino elaborado en condiciones óptimas, para ser disfrutado en todo su esplendor, debe consumirse durante los primeros tres años, luego de ser embotellado, ya que la permanencia en la botella durante muchos años solo puede deteriorar su calidad.
El vino se sube más a la cabeza que la cerveza
Este es un extraño mito que no tiene nada que ver con la realidad, porque los efectos del alcohol son los mismos sin importar qué bebida se consuma. Hay algunos factores que se deben tener en cuenta, para determinar qué tanto puede afectar una bebida u otra.
El primer factor, por supuesto, es la cantidad y velocidad con que se ingiera el vino, la cerveza o cualquier otra bebida que contenga alcohol. Conviene señalar que una copa de vino contiene, casi la misma cantidad de alcohol que medio litro de cerveza. Por eso, la proporción que se consuma es fundamental, si no queremos que nuestros sentidos se vean afectados nuestros.
Lo segundo es la contextura física, ya que, según estudios realizados, el peso corporal afecta la asimilación del alcohol en nuestro torrente sanguíneo.
En conclusión, son los hábitos de consumo los que pueden ayudar a salir bien librado, al momento de hacer un brindis.
El vino tinto es compañero insustituible de las carnes rojas
Este es un mito de vieja data y muy arraigado, que por ningún motivo es cierto. Existe gran variedad de vinos, todos con diferentes niveles de sabor y aroma. Por lo tanto, generalizar y afirmar que solo el tinto es compañero ideal de la carne no tiene sentido. De la misma manera, señalar que los vinos blancos son ideales, cuando se come pescado es igual de absurdo.
Lo ideal es probar diferentes combinaciones. Los ingredientes del plato definen, hasta cierto punto qué vino va mejor con carnes, pescados, ensaladas, etc. Sin duda, algunos vinos tintos maridan con la carne roja mejor que otros, inclusive si son blancos, pero al final siempre prevalecerá el gusto del comensal y para eso no hay reglas.
Para disfrutar el vino tinto hay que tomarlo a temperatura ambiente
Los hábitos de consumo del vino han evolucionado tanto como el vino mismo. A fínales del siglo XVIII en Francia, la costumbre era tomar el vino sin modificar su temperatura. Por supuesto, es importante recordar que en Europa el clima promediaba 17°C lo que es ideal para un buen vino tinto. En nuestra época, cualquier estancia dista mucho de tener esa temperatura. En consecuencia, temperaturas hasta de 22°C pueden estropear el disfrute de un vino tinto de calidad.
Lo recomendable entonces es, refrescar la botella por lo menos quince minutos antes de servir. Para un buen tinto, la temperatura ideal estará entre los 14°C y 18°C y basta solo con tocar la botella y dar una probada, para asegurase de que esté en su punto para disfrutarlo.
Colocar una cuchara de metal en la boca de la botella conserva las burbujas.
Terminamos con el qué es tal vez, el mito más absurdo de todos, colocar dentro de la boca de botella una cuchara para evitar que los vinos espumosos pierdan el gas, esta práctica no sirve de nada.
Este mito no tiene asidero ni científico, ni le acompaña la razón y por favor no se debe hacer, para evitar la pérdida del gas venden tapones especiales para tal fin.
Para degustar un buen vino no hay reglas. No obstante, siempre es importante seguir las recomendaciones de los expertos. El vino es un excelente compañero, para toda ocasión, y para disfrutarlo a plenitud lo mejor es apartarse de extrañas historias, que no tienen nada que ver con la realidad.